Abhorsen by Garth Nix

Abhorsen by Garth Nix

autor:Garth Nix
La lengua: spa
Format: epub


La frontera

—Sargento, algo se mueve allá adelante —susurró el soldado Horrocks observando por la mirilla de su ametralladora Lewin—. ¿Disparo unas ráfagas?

—¡Ni lo sueñes! —murmuró el sargento Evans—. ¿Para qué tienes la cabeza? ¡Si se trata de un rondador, un glim o algo así, nos caerá encima y se nos comerá las entrañas! Scazlo... vuelve y avisa al teniente que hay algo. Los demás, avisad a los demás que monten las bayonetas sin hacer ruido. Y que nadie haga nada hasta que yo lo diga.

Evans volvió a mirar a lo lejos mientras Scazlo bajaba por la trinchera de comunicaciones que partía a sus espaldas. En la trinchera principal se oyeron los chasquidos amortiguados de las bayonetas cuando los soldados las montaron tratando de no hacer ruido. Evans tensó el arco y cargó la pistola con una bengala roja. El rojo era la señal indicadora de una incursión proveniente del otro lado del Muro. Sería la señal si llegaba a funcionar, pensó. Desde el Reino Antiguo soplaba un viento suave del norte. Resultaba muy útil para quitar la humedad helada del barro de las trincheras, pues la primavera no había terminado de batir en retirada al invierno; sin embargo, ese mismo viento hacía que las armas, los aviones, las bengalas y cualquier otro producto de la tecnología dejaran de funcionar.

—Van dos... y algo que parece un perro —murmuró Horrocks al tiempo que doblaba despacio el dedo índice que, hasta ese momento, había mantenido relajado sobre el gatillo.

Evans oteó la oscuridad tratando de distinguir algo. Horrocks no era particularmente sagaz, pero tenía vista de lince. Mucho mejor que la de Evans, que no veía nada. Sin embargo, las latas que colgaban del alambre comenzaron a tintinear. Alguien... o algo... avanzaba despacio.

Horrocks tensó el dedo en el gatillo; su arma estaba preparada, sin el seguro, con el tambor lleno de munición y balas listas en la recámara. Sólo le faltaba recibir la orden, y quizá que el viento cambiara.

De pronto lanzó un suspiro, quitó el dedo del gatillo y se apartó del borde de la trinchera.

—Parece que son de los nuestros —dijo, y dejó de suspirar—. Exploradores. Un oficial y un pobre infeliz con la cabeza vendada. Y uno de ésos, ya sabe usted, uno de esos perros de rastreo.

—Rastreadores —lo corrigió Evans automáticamente—. Cállate.

Evans pensó en qué debía hacer. Nunca había oído hablar que las criaturas del Reino Antiguo adoptaran forma de oficiales ancelstierranos ni de perro del ejército. Sombras prácticamente invisibles, sin duda. Gente corriente del Reino Antiguo, sin duda. Horrendas criaturas voladoras, sin duda. Aunque siempre hay una primera vez...

—¿Qué pasa, Evans? —inquirió una voz a espaldas del sargento y éste sintió un alivio que nunca iba a dejar traslucir.

El teniente Tindall sería hijo de un general, pero desde luego no era un oficial inútil. Conocía la frontera a fondo, en la frente llevaba la marca de Gremio que así lo atestiguaba.

—Algo se mueve allá fuera, a unos cincuenta metros —informó—. Horrocks cree que ve a una pareja de exploradores, uno de ellos está herido.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.